Redescubrirmos María Luz Morales (e II). Pioneira da crítica

Balcón al AtlánticoHai moitas María Luz Morales. A tradutora e adaptadora de libros para a infancia (xa a mediados dos 20, Peter Pan y Wendy de J. M. Barrie para a Editorial Juventud), a fundadora de editorial Surco, a editora de antoloxías e versións de clásicos, a creadora dunha historia do cinema en tres volumes para a editorial Salvat… E tamén a excelente narradora dos contos Historias del décimo círculo, ambientados na Guerra Civil, e a memorábel novela Balcón al Atlántico, a escritora de obras de teatro ou do texto memorialístico Alguien a quien conocí, no que repasa os seus encontros con Marie Curie, Gabriela Mistral, Paul Valéry, Federico García Lorca  ou André Malraux. Mais convén poñer en valor o seu labor como crítica de cinema e facémolo tomando como referencia os máis de 400 artigos coa asinatura de Felipe Centeno a partir de 1923 (La ingenuidad en la pantalla, 17 de novembro) e durante dez anos. Tamén aí soubo amosar o seu cariño pola Galiza que a viu nacer para aplaudir o esforzo de Rey Soto por levar a América a paisaxe galega en forma de filme ou louvar a adaptación que fixo de La Casa de la Troya o propio novelista, Pérez Lugín.

En La Mujer y el Cine (La Vanguardia, 7 de agosto de 1926) celebra o éxito dunha muller directora: Lois Weber.

(…) También ha abierto el cinematógrafo a la mujer nuevos caminos. Muchachas desde siempre son las que trabajan en los talleres de películas, las que empalman y manipulan en la cinta de celuloide. Ahora, frente a este escalón humilde vemos alzarse a la mujer también en el más alto punto, en el más importante cargo de la cinematografía: en el de directora de películas.

Luisa Weber, ilustre actriz y escritora norteamericana, mujer de múltiples talentos, a quien en un principio sólo por ser mujer se predijo el más absoluto fracaso como directora cinematográfica, acaba de triunfar plenamente. Ha resistido, «como un hombre», el duro y continuado trabajo físico que impone la dirección de películas, el esfuerzo mental de improvisar detalles, combinar y rectificar escenas, de corregir sobre la marcha el escenario o guión. Ha soportado la pelea brava, sofocante, que irrita y rinde, con escenógrafos, carpinteros, electricistas, mozos y demás empleados secundarios del estudio. Ha aguantado y se ha impuesto a los artistas, casi siempre indolentes, premiosos y rebeldes. Todo esto dudaba la prensa y el público que pudiera ser tarea femenina. Y todo esto lo ha logrado plenamente una mujer: Luisa Weber, que con su última película «La feria del mundo», acaba de obtener un éxito formidable.

Após a morte de June Mathis lamenta que a moi influente escritora e produtora pase á historia apenas como a descubridora de Rodolfo Valentino (La que descubrió al astro, La Vanguardia, 25 de setembro de 1927).

(…) La señorita Mathis era una de las directoras cinematográficas más prestigiosas de los Estados Unidos. Había pertenecido a la escena hablada, y en calidad de actriz, representando papeles de ingenua y comedias vaudevillescas, había obtenido éxitos menos que medianos. Hace diez arios se dedicó al cine dejando pronto de actuar ante el toma vistas, para componer escenarios y manejar el megáfono. Puede decirse que en tal momento halló su camino. Su talento como autora y adaptadora de escenarios para la pantalla, le valió bien pronto renombre y fortuna. Mucho debía de valer cuando tan pronto halló abierta de par en par la bolsa de los productores. Su nombre, sin embargo, no sonó en el mundo hasta que tuvo la suerte de descubrir a Rudy [Rodolfo Valentino], el hoy llorado.

(…) Esta mujer, de indudable talento, de inspiración fecunda, que hizo posible la realización de «Sangre y Arena», de «El Rajah», de «Los Diez Mandamientos»; que se vio festejada, halagada, que, por su propio esfuerzo se elevó hasta la opulencia; que durante la realización de «Ben-Hur» tanto importaba su vida al productor Samuel Goldwyn—vio su existencia asegurada en un millón de dólares, no pasará a la posteridad sino con un sólo título: ella fue «la que descubrió al astro»… Y si brilla, brillará por reflejo.

É doado identificarse con esta referencia á escaseza de estreas no verán (Empieza el Paréntesis, La Vanguardia, 29 de xuño de 1930)…

(…) Fin de junio. Julio se dispone a abrasarnos. Ya tenemos aquí, triunfal, el estío, nuestro brillante estío meridional. Sol y playa; juegos de ondinas y tritones; sinfonía de ondas y caracolas marinas sobre la arena. Las gentes huyen de los locales cerrados: de cuanto sea espectáculo de ciudad. He aquí porque la temporada cinematográfica se acaba, y comienza—cinematográficamente—el letárgico paréntesis estival.

…ou ante o soño republicano da cultura para o pobo (Cultura, por el cine ambulante, La Vanguardia, 5 de xullo de 1931).

Una noche del último abril, a poco del risueño florecer de la nueva República española, un grupo de mujeres de buena voluntad hablaba animadamente sobre cuál sería el mejor modo de ser útiles a la nueva España… Como en su mayoría eran maestras las que hablaban, y como en todo anhelo de perfección o de servicio pone siempre la mujer un matiz maternal que encuentra plena satisfacción en la tarea educadora, casi por unanimidad se llegó a la conclusión do que la más fecunda labor que las mujeres podrían ahora llevar a cabo, sería la labor de la escuela. Llegar, en tácita cruzada, hasta las más apartadas aldeas, hasta los más inaccesibles riscos; formar, más con espíritu y ternura que con bronces y mármoles, el edificio simple, la casa acogedora; reunir pequeños núcleos, no sólo de chiquillos, sí que también de adultos, a quienes hacer llegar la buena nueva del saber, del comprender… Levantar de aquí el campo pedagógico cuando unos kilómetros más allá luciese más falta. No cejar en la cruzada. Lograr que en el límite máximo de un quinquenio no hubiese en nuestro país analfabetos.

(…) En la escuela clásica hay unos cuantos textos imprescindibles, es verdad. Pero no está todo lo que hoy forma el más mediano conocimiento del hombre, no ya culto, sino simplemente despierto… y estas lagunas son las que puede llevar por aldeas y riscos el trepidante, el alegre y llamativo camión bien provisto de cine y de radio.

Fixo unha apaixonada defensa das persoas que dirixen os filmes en Los magos del cine (La Vanguardia, 16 de outubro de 1927)

(…) He aquí, por ejemplo, a Cecil B. de Mille, el mago de Norte América, que de un salto nos llevó, a la época de los Faraones, y con un golpe de la mágica vara de su técnica separó las Aguas del Mar Rojo… He aquí al realizador de «Los Diez Mandamientos».

Mas… Dejemos paso, al mismo tiempo, a Fritz Lang, el germano que despertó en pleno siglo XX a los monstruos dormidos desde largos siglos en las legendarias selvas de su patria. Fritz Lang, que nos hizo espectadores de las hazañas de Sigfrido, el semidiós, que dio nueva vida a Fafner, el Dragón, y voz nueva al pajarillo que canta en el tilo vecino al arroyo. Fritz Lang, artista insuperable en «Los Nibelungos»—donde la pantalla es poema nuevo y conseja remota, es estrofa viva de canción eterna…—-y técnico osado y desconcertante en «Metrópolis»…

He aquí a King Vidor, el cantor recio y sobrio de las multitudes, que supo darnos en su «Gran Desfile» la suprema visión de la gran guerra… Sin duda alguna, después de Walt Whitman, el más alto poeta de Norte América.

(…) Y Murnau el innovador, el sintético, el sobrio, el que transforma las ideas en imágenes y logra la sincera y sencilla justeza inesperada de «El Último», de «El Hipócrita». Murnau alemán, a quien solicitan los dólares de Norte América.

Y James Cruze, el historiador de las tierras nuevas, animador de «La Caravana del Oregón», inigualable, y de «Trípoli», todavía por nosotros no vista…

Y el escandinavo Maurice Stiller, cerebral y delicado…

Y los franceses, intelectualistas y avanzados Jean Epstein, Jacques de Baroncelli, Abel Gance… O lo que es lo mismo, «La leyenda de Sor Beatriz», «El pescador de Islandia», «Yo acuso», «Máter Dolorosa», «Napoleón»…

Y D. W. Griffith, el múltiple creador de «Intolerancia», de «El Nacimiento de una Nación», de «Lo más grande de la vida». Y Erich von Stroheim (otro alemán genial arrebatado por los americanos), realista apasionado, dueño y señor de «La Viuda Alegre», ayer; hoy de «La Marcha Nupcial».

(…) Y esa deliciosa Dorothy Arzner, que tan femeninamente comienza sus tareas de directora manejando los hilos de «La Reina de la Moda»…

A súa admiración por King Vidor reafirmouse logo de ver The Crowd (La Vanguardia, 7 de novembro de 1928).

The Crowd
E o mundo marcha / The Crowd (King Vidor, 1928)

He aquí una película realmente extraordinaria. He aquí una de las más maravillosas producciones que nos ha dado, hasta hoy, la cinematografía del mundo. ¡Qué gozo, para el crítico, poderlo decir, poderlo gritar, una vez siquiera, así, a plena voz y en plenitud de sinceridad y justicia! Este es otro deleite más que deberemos a King Vidor, realizador ayer de «El Gran Desfile», animador hoy de «Y el mundo marcha…» ¿Por qué es excepcional esta obra de Vidor? ¿Qué es, qué contiene, qué representa? ¿En cuál de las casillas comerciales al uso, podría clasificarse?…. ¡Vulgar y difícil empeño! Esta cinta, cuyo título original es «The Crowd» («La multitud»), no es un drama rural, ni una comedia de salón, ni contiene una tesis dogmática, ni un intrigante asunto folletinesco… ¡Ah! Es algo mucho más sencillo y mucho mas grande, más candoroso y más augusto, más patético y más ingenuo: es la Vida misma.

(…) La técnica de «Y él mundo marcha» es de avanzada, sin estridencia. Vertiginosa al mostrarnos la caótica ciudad, al repetir ante nuestros ojos el motivo de la Multitud. Lenta, suave, gradual en las escenas íntimas, en los procesos psicológicos (…) Luego hay mil pequeñas maravillas de detalle, de concepción y de realización. Una escena dramática de la que es único protagonista un niño que sube una escalera y cuya figura crece, crece en importancia y dolor… La visión de las cataratas del Niágara, como fondo de un idilio ingenuo… El instante—de una ternura jamás igualada en el cine: no superada en la literatura—en que el protagonista sabe que va a ser padre. El momento trágico culminante… Todos los momentos.

Liliom
Liliom (Frank Borzage, 1930)

El raro caso de Liliom celebra a estrea do filme de Frank Borzage, que compara na súa beleza pictórica coa sublime Sunrise de Murnau (La Vanguardia, 31 de maio de 1931).

(…) En el «Lilliom» de la Fox, que se exhibe en el Kursaal y Capítol, lo primero que admiramos, es el matiz poético y el valor pictórico de que se ha impregnado ia cinta. No en vano ella está dirigida por Borzage, maestro de maestros en dar ambiente vago, lírico y sentimental a un film. Como «El ángel de la calle», como «Amanecer», en «Lilliom» cada plano es un cuadro, en que la luz y la sombra, el blanco y el negro —y el gris: ese gris pleno de matices que sólo nos dan Borzage y alguna que otra producción alemana— se juegan con extraordinaria riqueza de diversas tonalidades. Y luego…

Y luego, el papel de «Lilliom» parece hecho, por el propio Molnar, a la medida de Charles Farrell, el inigualable «Chico» del «Séptimo cielo». Apuesto, guapote, fanfarrón, bullanguero, vulgar, impulsivo… y en el fondo ingenuo, torpe, inocentón, Charles Farrell —repetimos—es un «Lilliom» perfecto. Rose Hobart, su compañera, es un rostro nuevo y un excelente hallazgo: linda, suave, ingenua, dulce, su pasiva labor en «Lilliom» denota una finísima sensibilidad, y una aguzada inteligencia…

Tabú
Tabú (F. W. Murnau, 1931)

Entusiasta sempre ante a obra de F. W. Murnau, aplaude a suprema grandeza de Tabú en La obra postuma de Murnau(La Vanguardia, 6 de decembro de 1931).

(…) No, no. La máxima fortuna de Murnau al dirigir «Tabú» ha sido borrar toda huella de labor directiva. La cinta es… como un espejo que reflejara la belleza del paisaje, la belleza de los indígenas, la belleza de la fábula, y de las danzas, y de las canciones, y de las costumbres… ¿A qué inventar bellezas donde la Naturaleza las daba, pródiga en. todo lugar y todo instante? Ahora que, en la selección de esas bellezas, en su enlace, en el ritmo que las une, Murnau ha puesto su sensibilidad de cineasta, que es la que—sin que podamos advertirlo—nos atrae y cautiva, casi podríamos decir que nos fascina… El título «Paraíso» que ostenta la primera parte de la cinta, podría servir de lema a toda ella, tan deslumbrante aparece aquella pureza, aquella majestad, aquella libertad, a nuestros ojos de pobrecitos civilizados… Matahí y Reri, los protagonistas, nos parecen seres de leyenda, auténticos semidioses oceánicos. Y al llegar al patético final, cuando la fatalidad del «Tabú» plasma en un leve oleaje y una música que va apagándose, apagándose, y unas tablas que flotan… nos sentimos empequeñecidos ante la grandeza del poema.

«Ultima» obra de Murnau… Nada podemos ya aguardar del animador de todo un mundo de imágenes móviles, de sombras palpitantes… En la historia de la cinematografía, como en la de la estética de nuestro tiempo, sin embargo, este nombre no se perderá. Quedará, como el del hombre que supo hallar la exacta equivalencia de la rima y de la imagen poética, en la más pura y noble fotogenia.

Love Me tonight
Ámame esta noite (Rouben Mamoulian, 1932)

A súa crítica de Love Me Tonight pon en valor o principal responsábel dos méritos do filme: o director Rouben Mamoulian. (La Vanguardia, 29 de xaneiro de 1933).

(…) Y el milagro lo ha hecho el director. Rouben Mamoulian utiliza con habilidad los valores personales que tiene entre manos, pero no se deja obsesionar por ellos, ni pospone a su lucimiento la agilidad de la dirección. Por ello, en “Amame esta noche” no cantan solo Maurice Chevalier y Jeannette’ Mac Donald, sino que cantan los ambientes y las paredes, y las cosas, bajo la batuta de ese experto director de orquesta que es el gran Mamoulian.

El despertar de París, con sus mil ruidos, que crecen, que crecen, mientras el día avanza, hasta formar una magnífica sinfonía ciudadana, sonora y visual; la canción — las canciones — que fluye, y se trasmite, y cambia, al volar de unos labios a otros labios; la visión mágica del castillo, por una de cuyas ventanas penetramos, para encontrar a las tres tías de Jeannette, — personajes que son todo un hallazgo, — son cosas que, la verdad sea dicha, no esperábamos hallar en una cinta de Chevalier, y que dan altura, categoría, al conjunto del film.

(…) Al lado del optimista Chevalier y la delicada Jeannette, componen una pareja deliciosa Mirna Loy y Charles Ruggles, en papeles ligeros; y un conjunto inmejorable cuantos artistas tienen lugar en el reparto. Claro que el verdadero mago, en este bello film Paramount, es el gran Rouben Mamoulian.

A faceta cinematográfica de María Luz Morales esténdese á súa contratación pola Paramount en España como publicista e asesora, un posto que logo debía ocupar Hortensia Blanch Pita, “Silvia Mistral” (non puido ser polo comezo da guerra civil); e a súa presenza e participación na rodaxe de L’Espoir / Sierra de Teruel de André Malraux, sobre o que fala no seu libro Alguien a quien conocí.


Martin Pawley

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